"Enquistarse en la soledad y la frustración, quejarse constantemente y continuamente de las desdichas y tragedias que nos acosan y no hacer nada para modificar aquellas situaciones que nos angustian es como un camino certero y seguro hacia la depresión. Camino, por supuesto, que es recorrido a solas..." Estas son palabras de Eric Fromm, psicoanalista y pensador alemán, que deja tras de sí un legado de sabias palabras.
¿Quieres saber si durante tu adolescencia y tu infancia has desarrollado tu capacidad de frustración? Es fácil, hazte las siguientes preguntas. ¿Como actúas ante un problema cotidiano? ¿Qué haces cuando no obtienes lo que quieres? ¿Cómo reaccionas cuando algo no te gusta o no te parece justo? Si la respuesta es: me enfado, grito, discuto, insulto o pierdo el control sobre mi conducta y/o mi carácter la respuesta a la primera pregunta es: No. No has desarrollado tu capacidad de frustración.
Esto es duro para todo ser humano, porque la capacidad de frustración nos prepara para afrontar la vida con éxito. Una baja tolerancia al hecho de "las cosas no son como queremos" puede llevarnos a sentirnos enfadados con nosotros mismos y con el resto de personas que nos rodean, a una depresión o a la incapacidad de afrontar un problema laboral por ejemplo.
Básicamente podemos decir que la frustración es el sentimiento que nos llega cuando las cosas no salen o no llegan como deseamos. Sabiendo esto, y sabiendo además que la vida normalmente no llega a nosotros tal y como queremos, debemos comprender la verdadera importancia de desarrollar nuestra capacidad frustración. Según la intensidad de nuestra frustración y nuestras características personales, nuestro carácter y el entorno que nos rodea, podemos reaccionar con enfado, ansiedad, angustia, depresión, etc. El problema no está realmente en el dolor que sentimos ante algo, sino en nuestra actitud ante lo que nos duele o nos frustra. Nos hacen creer de niños que estas emociones no deben ser parte de nuestras vidas, que el dolor y las lágrimas no son para nosotros, y no es así. Las lágrimas, el dolor y "las cosas que no nos gustan" forman y formarán parte de nuestra vida siempre.
Aceptar la frustración y tolerarla nos ayuda a enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos y tendremos a lo largo de nuestra vida, a pesar de las incomodidades que esto nos cause. El hecho de que no hayamos desarrollado nuestra capacidad de frustración se puede deber a que tengamos una idea exagerada o distorsionada de la realidad que estamos viviendo, o de la creencia equivocada de que es imposible vivir con eso que te molesta y no lo puedes soportar.
La frustración forma parte de nuestra existencia, no podrás evitarla. Lo único que puedes hacer es aprender a superarla y manejarla. Normalmente a esto se aprende en la infancia. Los niños creen que son el centro del mundo, que se merecen todo lo que quieren, justo cuando lo quieren. Para ellos no existe la espera ni piensan en las necesidades de los demás. Por ellos todos los límites que se le ponen o cualquier cosa que se les niega les resulta injusto y trágico. En ese momento el niño se siente frustrado, no le dan lo que para él es vital y comienza su malestar,no tiene las herramientas necesarias para gestionar, disminuir, tolerar o eliminar su enfado.
Si al pequeño se le da siempre lo que pide en el instante en que lo pide, no aprende a soportar las molestias que le provoca la negación de lo que quiere o la espera hasta que sus deseos son satisfechos. Cuando el niño se hace adulto sigue sintiendo malestar ante cualquier límite impuesto, ante la necesidad de posponer sus deseos o ante cualquier negación. Siente que quiere eliminar de forma inmediata su malestar, sin importar las consecuencias de los actos que decida ejecutar para eliminar este sentimiento que ahora lo invade. Llámese enfados, gritos, insultos o cualquier cosa que se le ocurra para acabar con la frustración. Se convertirán en adultos que piensen en su bienestar a corto plazo, sin tomar en cuenta las consecuencias que le traiga en un futuro ni a él ni a sus seres queridos.
Otro de los problemas que nos trae la falta de tolerancia hacia la frustración es que aunque tengamos proyectos o metas que queramos cumplir, si para conseguirlas se nos plantean problemas o incomodidades, nos encontraremos desmotivados y puede que abandonemos nuestras metas o proyectos con una facilidad que luego nos parecerá terrible. Si hacemos creer a nuestro pequeño que su vida debe de ser fácil, conseguiremos que sea un adulto que crea que debe de ponérsele todo a mano y que todos deberíamos colaborar en que su vida sea un camino de rosas, cómoda y llena de placeres. Que es intolerable que aparezcan en su camino molestias que vayan más allá de cierto nivel de intensidad o de duración. Estas son creencias totalmente erróneas que impedirán a nuestro pequeño (y al adulto) disfrutar de la mayor parte de su vida.
La buena noticia es que nunca es tarde para aprender a tolerar la frustración, porque esta formará parte de nuestra vida y esto es inevitable para todos. Ejercitando la paciencia obtendremos la fortaleza para enfrentar los problemas cotidianos o los problemas más graves que nos depare el camino. Tenemos que trabajar en enfrentar el dolor sin que esto nos perturbe emocionalmente.
No es terrible no obtener lo que queremos, siempre hay algo que podemos hacer en lugar de enfadarnos. Calibra. Piensa en las cosas que has perdido o que has dejado que pasen de largo solo por tu poca tolerancia a la frustración. ¿Ha valido la pena? ¿Ha valido la pena la comodidad inmediata a cambio de lo que has perdido? El malestar no nos destruye, si aprendemos a mantenernos firmes ante él y a luchar a pesar de él, nos fortalece y nos hará crecer como personas. Y obtendremos las herramientas necesarias para lograr nuestro bienestar. Nuestra felicidad no puede depender de aquello que deseamos y no obtenemos de inmediato. Nuestra felicidad debe de ser el crecimiento personal que obtenemos de cada situación superada. Incluso el dolor más grande es soportable y pasajero, salvo que nosotros con nuestra actitud lo hagamos permanente.
Busca que ideas y creencias equivocadas están haciéndote poco tolerante. Frases como "es demasiado para mí", "no lo soporta más", "¿por qué a todos si y a mi no?", "esto no debería de ser así", "no aguanto más", etc. Elige pensamientos positivos que te animen a luchar por las cosas que quieres, con una lucha sana que te sirva para crecer como persona y superarte a ti mismo.
Puedes consultar con la personas que te rodean si creen que tus reacciones son desmedidas ante ciertas situaciones, si la respuesta es afirmativa trata de ver las cosas desde otras perspectivas. Piensa que haría la persona a la que admiras, intenta imitar esas actitudes que te crean admiración. Enfoca tus pensamientos hacia una solución y no hacia el malestar que sientes ante el problema.
Como resumen de todo esto podemos tener claras una serie de cosas. La tolerancia a la frustración es necesaria para tener una vida sana y satisfactoria, para superar problemas y alcanzar metas, y sobre todo para mantener relaciones sanas con otras personas, sean parejas, amigos o familiares. La tolerancia a la frustración es algo que podemos practicar y ejercitar durante toda nuestra vida. Y que todo esto es tan solo un proceso más de superación personal, por el que todos pasamos durante nuestro camino.
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